Te observo apoyada en el marco de la puerta café en mano. Sentado recto tecleas rápido, concentrado, ni te has dado cuenta de que estoy ahí. Pero llevo cerca de cinco minutos mirándote y sonriendo, calculando cuantas horas pasas frente al ordenador. La verdad es que me encanta verte así, sacrificando tu tiempo de manera voluntaria para hacer felices a los demás. Admirable.
Te separas un segundo y con la mano derecha levantas un cristal de tus gafas. Te rascas un ojo mientras con el otro relees en busca de algún fallo en lo que has escrito. Vuelves a tu posición original, continúas...
Decido entrar. Dejo la taza en la cocina, luego regreso, paseo por la habitación. Paso los dedos por la cómoda que antes fue mía. Está llena de polvo. Lo limpio disimuladamente en el brazo del sofá. Me acerco a ti y miro de reojo la pantalla. No estás haciendo nada importante, mejor. Susurro, te pido un abrazo. Dejas todo lo que estás haciendo, te quitas las lentes, dibujas media sonrisa y me lo das. Cinco, diez segundos, quizás quince. Nos separamos.
Me coloco detrás de ti y te rodeo con mis brazos.
Apoyo la barbilla en tu cabeza. Está caliente. Apenas te queda pelo, pero sigues estando guapo. Te sientes feliz de tu madurez, ojalá aprenda eso de ti.
Cierro los ojos un momento. Medito sobre ti, sobre nosotros, sobre cuanto nos parecemos, sobre todas las cosas que hemos vivido juntos. Pienso que eres la única persona que de verdad me conoce. Pienso en cada tarde aquí o en Coruña o en donde sea, en cada historia que nos inventábamos paseando, en cada alegría que me has dado y cada castigo que me has impuesto. Pienso que eres la mejor persona que conozco y que seguramente conoceré. Pienso en que te considero un héroe. Pienso en que estoy segura de que los demás también. Pienso en todos los sacrificios que has hecho y en todo lo que has tenido que aguantar por mi parte y por la del resto mundo. Y con cierto alivio pienso que siempre sonríes. Y de forma inevitable pienso en los conciertos, en Madrid y en Barcelona, en como eres capaz de compartir mi amor por ellos. Pienso en como me reconforta eso. Pienso en que haces cuanto está en tu mano para ayudarme a cumplir mis sueños...
Pienso en que paso contigo casi cada día de mi vida y en que me alegro de ello. Pienso en tu constante buen humor, en lo rápido que se te pasan los enfados, en que en todo momento tienes una broma absurda que regalarme. Pienso en que siempre tienes una solución para todo y me pregunto como harás... Pienso y siento una vez más que podría contarte cualquier cosa. Pienso en que siempre eres justo aunque yo no lo sepa ver. Pienso que ignoras valiente los comentarios de la gente que no te importa y en lo bien que sabes manejar las situaciones en las que yo me echaría a correr sin pensarlo dos veces, y lamento no haber heredado eso. Pienso en lo poco que me gusta verte triste y serio y sonrío agradecida de que no sea demasiado a menudo. Pienso en el sonido de tu voz. Pienso en la sinceridad que transmiten tus ojos.
Pienso en que no podría hacer una entrada a tu medida ni aunque dedicara meses a ello, y eso me aflige, pero no me frena a la hora de escribir. Pienso en que necesito que me enseñes a vivir con la alegría con la que tú lo haces. Pienso en la confianza que tenemos. Pienso qué opinión tendrás sobre tu hija. Pienso en que quiero creer que te sientes orgulloso de mí.
Pero me interrumpes. Te quejas, peso.
-Venga quitaaa, molestas.
Río. No digo nada, me quedo así, pegada cual dulce lapa. Sonríes.
-Me vas a contagiar. Vete a darle la lata a tu madre.
-No. Quiero estar contigo.
Y me lo callo. Claro que me lo callo, no quiero que vuelvas a acusarme de adolescente cursi y pegajosa... pero sé que lo sabes. Tienes que saberlo, sabes que te lo diría todos los días y que lo gritaría si hiciese falta.
Te abrazo más fuerte.
Te quiero, papá.
Esta entrada es preciosa
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ResponderEliminarOrgulloso seguro que es poco..
ResponderEliminarYa lo han dicho: esta entrada es preciosa. De verdad.
ResponderEliminarY en general todas las del blog estan muy bien escritas. Aqui hay talento.