Se hizo el silencio, alzó lentamente el dedo índice en el aire. Uno de los focos de luz del espejo que se proyectaba desde atrás lo reflejaba sobre parte de su rostro, pero curiosamente eso no conseguía ensombrecerlo. Más bien todo lo contrario, cualquier juego de sombras sobre él la mayoría de las veces conseguía que pareciese todavía más hermoso..
La que estaba frente a ella movía el dedo juguetón de un lado a otro, dejando ver tras este esa media sonrisa inocente cargada de picardía. Las ondas que caían sobre los hombros de su víctima bailaban al compás de cada movimiento, lento y preciso, suficiente para distraerla.. pero aún así sonreía, fruncía los labios en una curva aún mayor.. la conocía lo suficiente como para adivinar cual sería su siguiente movimiento, pero seguía su juego como si desconociese por completo la estrategia. Y entonces, según lo previsto, la yema de aquel dedo índice se plantó sobre la punta de su nariz, apenas chafando esta un segundo bajo la suave presión que ejercía, llevándose consigo la fina capa de maquillaje negro que reposaba en el centro. Su sonrisa se amplió, satisfecha. Pero al alzar la mirada de su propia mano, comprobó con un largo suspiro que ni eso lo había conseguido. Ni rastro de un gesto de desagrado, no existía seña alguna de enfado por su parte. Desvió la mirada, fingiendo estar incluso molesta por no haber logrado lo que quería.. pero antes de que le diese tiempo a abandonar el pequeño cuarto de baño, unos dedos ajenos aprisionaron el extremo de su camiseta, tirando suavemente de la tela de esta. Y no se giró, pero se mordía el labio inferior al sonreir. A los dos segundos sentía su aliento en un lateral del cuello.. si ambas hubiesen permanecido entonces en completo silencio, habría podido escuchar los latidos de su corazón pegándose de manera intermitente contra su propia piel. Realmente era una sensación cálida el modo que inspiraba y expiraba.. Entrecerró en ese preciso instante los ojos, quería concentrarse en aquel segundo todo lo posible.. le reconfortaba profundamente sentirla tan cerca, pero no pronunció palabra alguna por ello. Y la que le observaba desde abajo, entonces, parpadeó con una repentina inocencia, no del todo artificial, pero si muy lejana a lo que realmente tenía en su interior. Ladeó la cabeza, mirándola. Abrió mucho los ojos al hacerlo porque sabía que le encantaba. Y la que se mantenía en un riguroso silencio de enfado momentáneo se echó a reir, para luego acercarse a ella lo suficiente como para posar la frente sobre la suya, paseando la mirada muy lentamente por las pequeñas líneas de maquillaje que se extendían sobre sus mejillas. Tres en cada una, más los restos del carboncillo que aún reposaban sobre su nariz. También sus pestañas tenían pequeños pegotes de ese denso rímel color azabache, marcos de dos enormes almendras sobre su rostro que cuando se clavaban en ella la hacían estremecer de modo automático. Inspiró lentamente por la nariz, dejando que el tenerla cerca la envolviese. Otra vez. Y cuando eso sucedía sólo podía pensar en una cosa... pero ella se adelantó, posando una mano sobre su torso, subiendo sin previo aviso la palma de esta por su abodomen, deslizándola con extrema suavidad entre sus pechos hasta que atrapó su colgante entre los dedos índice y corazón, moviéndolo lo justo y necesario, ya que el cascabel no tardó en sonar. Bajó la mirada de modo inconsciente hacia él.. permaneciendo en silencio, ensimismada, acercándose más en un intento por oirlo mejor. -¿Curioso, no crees..? Su acompañante la miraba de nuevo, enarcando muy ligeramente una ceja. Su sonrisa se acentuaba. Y supo que no le hacía falta decir nada para darse cuenta de que debía continuar. - ¿No te has fijado, verdad..? Estamos dando un ejemplo realmente penoso. Un gato en calma frente a un ratón, nadie diría que por tradición deberíamos llevarnos fatal.. Y entonces, de fondo, el suave timbre de su risa. Reía muy levemente, pero eso le bastó a su corazón para darse la vuelta sobre sí mismo, comenzando a latir con fuerza, obligando a su dueña a tragar saliva.. cogiendo fuerzas de ese modo para añadir, en un susurro, entornado los ojos y bajando la voz. - ¿Sabes una cosa..? Adoro que sea el sonido de mi cascabel el único que consiga desconcentrarte.. Se sonrojaba. El color rojizo subía con tal lentitud por su cuello que apenas era percibible, pero ahí estaba, un leve rubor que se posaba sutilmente bajo sus pómulos.. y la que hablaba ensanchó la sonrisa considerablemente, alzando en ese instante ambas manos, que colocó a cada lado de su cuello. Consiguió que en el desconcierto por su gesto soltase su colgante y la mirara a los ojos. Caía en la cuenta de que la fijeza con la que las dos se observan no conseguía avergonzarla.. sospechaba que algo lo lograra -Y estar lo suficientemente cerca de ti como para que lo escuches..
Y entonces, una neblina de color rosado que las difumina. Un momento. ¿Era cierto? ¿Posible..? ¿Habían desaparecido los kilómetros? Se apartó apenas lo justo para volver a mirarla a los ojos.. Si, a pesar de aquella luz cristalina que de golpe las envolvía, no había lugar a duda: era ella. La misma que conseguía arrancarle esa inspiración inmediata que la hacía retorcerse de impaciencia por ponerse escribir... pero por y para ella. Por la que le gustaría atrapar entre las manos la magnitud de los sentimientos que corrían por sus venas, y presionar con fuerza hasta convertirlo en algo capaz de ser leído, interpretado, comprensible para el mundo.. Eso es, para el mundo entero. El universo debería conocer aquello, porque era increíble, e indudable el hecho de que amaba cada instante en que aquel corazón de cristal decidía sincerarse, dedicándole en silencio y como cada vez que sonreía una entrada secreta hacia su alma.. y el aroma suspendido sobre su piel de porcelana se le antojó el halo de tranquilidad más absoluto.. Ah, si es que parecía que entre sus rizos se escondía el secreto de la felicidad..
...y entonces, se despertó...
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