Lo esencial es invisible a los ojos.

martes, 5 de octubre de 2010

Dani estaba enamorado de mí; lo sabía desde que nos vimos por primera vez. Mi madre me enseñó desde pequeño a aceptar que los sentimientos que sentían por nosotros otras personas, aunque no los correspondiéramos, eran importantes.

-Debes comprender que ese amor no deseado, ese deseo no correspondido, es un gran regalo que te hacen - me dijo en un largo viaje en tren entre Barcelona y París -. No lo desprecies simplemente porque no te sea útil.

Yo era muy joven y no lo comprendía. Ella, en cambio, había vivido esos amores de los que hablaba. Mucha gente había estado enamorada de ella. Su danza, su forma de bailar, sus coreografías despertaban todo tipo de pasiones, en las que se mezclaban el amor y el sexo.
Desde pequeño, yo veía como ella trataba con afecto a esos enamorados, aunque no sintiese nada por ellos. Pero parecía que el simple hecho de que ese sentimientos por ella fuese real, la alimentaba y hacía que se sintiera más completa.
Había hombres y mujeres enamorados de ella. Y eso jamás le importó.

-No pienses en tendencias sexuales - puntualizó un día-. Las tendencias tan solo reflejan miedo a la diferencia y a lo que no comprendes. Tan solo debes aceptar que están proyectando en ti un sentimiento.

Yo creo que ella jamás se acostó con una mujer, aunque no puedo estar seguro, ya que ella comprendía y le llenaban profundamente esos sentimientos que volcaban sobre ella; le importaba poco de quien procedieran.
También me enseñó a notar, a distinguir y a comprender qué gente se enamoraba o te deseaba en secreto. El amor está soldado al sexo o el sexo al amor, me decía. Había que buscar el punto de soldadura.

-Marcos, debes encontrar pistas de ambos sentimientos en la gente que te rodea. Adelantarte a ese deseo, a esa pasión, antes de que ellos te confiesen ese sentimiento. Los deseos ocultos son el motor de la vida.

Albert Espinosa, Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuéramos tú y yo.

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