Vaya, soy una ilusa. Creí que esto sería un estado pasajero, que desaparecería con el tiempo, pero.. No se pasa.. Ahora sé que ya no lo hará. Y cuando comienzo a escribir y la inspiración no llega me da la impresión de que me he quedado vacía, que ya no tengo nada que ofrecerle a nadie. Y mi corazón permanece sorprendentemente ajeno e impasible hacia todo lo que me rodea, hacia todo lo que hasta hace apenas un año consideraba imprescindible. Esto roza un punto que realmente llega a asustarme.
Todavía no logro comprender qué es exactamente lo que sucede, pero he llegado a la cima de mi montaña. Suficiente. He perdido por completo el interés por mi propio malestar. Arrastro aferradas a mis tobillos las cadenas de la indiferencia, y eso me exaspera, porque han viajado conmigo durante tanto tiempo que ya he perdido la noción de este.
Nueve. Han pasado nueve meses desde que la conozco. Y ocho desde que empezó el curso, hace seis que me prometí a mí misma esforzarme con lo que, supuestamente, me importa. Y yo pregunto, ¿qué me importa? ¿Estudiar? Debería, ojalá lo hiciera, pero no es así. En absoluto. Sacar adelante algo que, según el mundo, me resultará indispensable en un futuro.. En un futuro. Exacto. Lejos. Lejos de todo cuanto necesito ahora mismo, eso es el futuro, y no me interesa. Vivo el presente, un presente alternativo, pero es mío, y lo conservo. No me enorgullece, no me llena, no me gusta ni me motiva, pero a cambio sé que lo que tengo es completamente mío. Me asquea, pero al menos es ajeno al resto, y ajeno a sus vidas que se centran siempre en lo mismo. Es mi presente y me está consumiendo. Está acabando conmigo. Es triste, de acuerdo, lo admito: lo único que busco son sensaciones. Y si, he regresado cabizbaja a la ausencia de ganas, a la falta total de motivación. Y por supuesto, me he preguntado mil veces qué estoy haciendo con mi vida. Me lo pregunto muy a menudo, ¿
pero qué haces?. Y cualquiera que me escuchase pronunciarla en voz alta contestaría con un seco '
malgastarla'.
Todo esto es niebla. Oscura y densa. Que me impide continuar y que me ha conducido a tientas ante situaciones, para ojos de algunos decisiones extremistas, que me hagan volver a sentir algo. Placer, dolor, tristeza, alegría.. momentánea, pero alegría. Y así es como funciono, por vicio. Absolutamente todo lo que hago se reduce a la búsqueda incansable del placer. Y con placer, añado bienestar.
He intentado, en tan poco tiempo, tantas cosas que ahora preferiría olvidar. Y siempre las acompaña el asco que me da comportarme así, y la obvia vergüenza que me provoca..
No quiero nada, no necesito nada, no busco nada, no espero nada. Ni de mi, ni de nadie. He dejado de merecer y de tener expectativas. De soñar y de querer que sueñen conmigo. Lo único que me queda y en lo único que me refugio son canciones infinitas colocadas a propósito en modo repetición, ¿para qué? Porque si termina la música, yo muero con ella. Porque siempre ha sido mi salvación.
En este momento nadie tiene peor opinión de mi, que yo misma.
Y lo que arrastro no es nada demasiado intenso como para querer acabar con mi vida, pero si lo suficientemente fuerte como para llegar a despreciarla.