Lo esencial es invisible a los ojos.

lunes, 10 de mayo de 2010

París.

Et toi et moi, on était tellement sûrs
et on se disait quelques fois
Que c'était juste une aventure
et que ça ne durerait pas..




¿Recuerdas cuando me decías que volverías a Francia conmigo, solo para enseñármela? Fantaseábamos riendo. Qué imposible y qué improbable y sin embargo qué real nos parecía esa posibilidad... Escapar, esfumarnos, desaparecer. Recorrer las calles en plan bohemio, perdiéndonos entre cafés y croissants, besándonos a escondidas en cada esquina. Ir de tienda en tienda sin tener que preocuparnos por el dinero, poder cumplir libremente cada capricho que se nos antojase. Pasear de la mano sin peligro, que por una vez no importase la distancia ni la edad. Subir a lo alto de la Torre Eiffel, ponernos una boina e imitar con sorna el acento francés.
Alquilar una pequeña habitación en el hotel más íntimo que encontrásemos. Saquear la nevera, beber despreocupadas, querernos cada noche hasta el amanecer. Fundirnos. Y miles, millones de fotos indiscretas. Flashes sobre dos cuerpos desnudos jugueteando entre las sábanas. Sería con una Polaroid. Pegaría las fotos en la pared. La cubriría entera. Nuestra habitación, nuestros rostros. Cada sonrisa hecha papel, eterno recuerdo.
Por la noche te vería dormir exhausta. Y por la mañana, fumando, entreabriríamos la persiana para observar juntas el amanecer.
Qué bien sonaba, sin problemas ni responsabilidades. Nadie nos conocería, amantes anónimas por las profundidades de París. Seríamos, ¿como era? Ah, sí. Felices...


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