Lo esencial es invisible a los ojos.

viernes, 4 de junio de 2010

Ego.

Hoy me siento un conjunto inútil de imperfecciones variadas.
Me desagrada hasta mi propio olor. Mi pelo con un flequillo odiosamente vulgar. Mis uñas descuidadas. Mis brazos, antebrazos y muñecas.
Aborrezco cada doblez de mi piel demasiado blanca. La forma de mis pechos, la anchura de mis caderas y hombros, mi repulsivo abdomen.
Odio mi nariz que siempre parece más grande de lo que es en realidad. Mis orejas, el dibujo que forman las líneas de mi mandíbula.
Me asquean mis muslos y el par de rodillas que los siguen. Mi manera de hablar, de expresarme, de pensar. Mi lengua que mezcla y se pierde entre las palabras, que nunca va acorde a la velocidad de mi cerebro, que vacila en cada frase. El tono de mi voz que no logra alzarse por encima de las demás como le gustaría.

Hoy tengo la cabeza y las manos demasiado grandes. Bueno no, todo. Mi cuerpo se me antoja enorme y desproporcionado. Deforme. Anormal.
Me molesta incluso la postura que tomo al sentarme y la cara que tengo cuando estoy pensativa. Me da una vergüenza espantosa que alguien me mire porque no quiero que me descubra. Me da la impresión de ser un grotesco capricho de la naturaleza.

Hoy me he decidido a sincerarme, qué mierda. Ahora que ya no te tengo a mi lado para decirme lo que pensar sobre mi persona, confieso abiertamente darme asco.

Es inexplicable lo que siento al mirarme al espejo cada mañana.

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