Lo esencial es invisible a los ojos.

domingo, 6 de junio de 2010

Por un momento, Mary se dio la satisfacción de imaginarse viendo el mundo a través de los perfectos ojos de Bella, caminando con las perfectas piernas de Bella y echándose el perfecto pelo de Bella sobre los hombros.
Fantasear le divirtió mucho. Decidió que iría a la ciudad de Nueva York y se pavonearía por la Quinta Avenida, vestida con ropa fabulosa. No, mejor la playa. Iría a la playa con un bikini negro. Diablos, con un tanga, es mucho mejor que un bikini negro.
Bueno, bueno, las fantasías empezaban a ir demasiado lejos.
Aún así, hubiera sido grandioso, por una vez, que un hombre se quedara mirándola con total admiración. Tenerlo... cautivado. Sí, esa era la palabra. Le hubiera encantado que un hombre se sintiera cautivado por ella.
Pero eso nunca sucedería. Esa época de su vida, la de juventud, belleza y fresca sensualidad había pasado. De hecho, nunca había existido. Y ahora era una mujer nada especial, de treinta y un años, que llevaba una vida muy difícil a causa del cáncer.
Mary gimió. No sentía pánico, pero estaba hundida hasta el cuello en autocompasión. Y ésta era turbia, pegajosa y desagradable.


J.R. Ward, La hermandad de la Daga Negra - libro 1, Amante Oscuro.

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